1/03/2010

Año de la escultura y la fotografía


BALANCE DE FIN DE AÑO [2009]. ARTE

EL 2009 SERÁ RECORDADO POR EL IMPORTANTE ABANICO DE ESCULTORES QUE LOGRARON CREAR SUS PROPIOS VOCABULARIOS Y CONSOLIDAR SUS PRESENCIAS. LA PRODUCCIÓN DE LOS FOTÓGRAFOS NO SOLO RESULTÓ INCESANTE, SINO TAMBIÉN DE GRAN CALIDAD

Por: Elida Román
Domingo 3 de Enero del 2010
Como no sucedía hacía mucho tiempo —y quizá resulte un hito a contabilizar— la escultura ha ocupado, sin interrupción, la agenda del 2009. No solo por el poco usual número de exposiciones, sino por la calidad y diversidad que se hizo presente. El comienzo del año fue quizá premonitorio: aun se exhibía “Del mito al sueño: de Rodin a Dalí”, muestra memorable.

Si bien es cierto que la escultura contemporánea peruana puede encontrar su despegue a fines de los años 70, debiendo recordarse la definitiva labor en tal sentido de Anna Maccagno, artista y maestra, y pese a una presencia y ejercicio que siguió con firmeza y creatividad destacables, también es una realidad que no ocupó el lugar, la presencia que, con justicia, necesitaba. Desde la poca respuesta de mercado hasta la obligada postergación en los programas y las decisiones de responsables de exhibiciones y curadurías, y hasta prácticamente la total ausencia de concursos y convocatorias a realización, es la actividad que ha demostrado mayor fortaleza y tenacidad, a la par de una vocación de innovación y creatividad, que la siguen colocando en un rango privilegiado. Cuando menciono esta vigencia y presencia de la escultura en las actividades del año, llamo la atención sobre la realización de dos muestras antológicas que iniciaron la aproximación, si bien incompleta y un tanto superficial, a dos artistas que aportaron una presencia singular: Cristina Gálvez (1919-1982) y Marina Núñez del Prado (Bolivia, 1908-Perú, 1995). Queda pendiente la investigación y análisis en profundidad de sus respectivas obras.

También es una realidad que las muestras presentadas en el período no incluyeron artistas que transgredan los cánones tradicionales y se internen en cruces estéticos, pero el conjunto de lo que se pudo ver es un importante abanico de escultores que han logrado crear sus propios vocabularios y consolidar sus presencias. Recordemos algunas muestras: Margarita Checa, Mónica González Tobon, Amelia Weiss, Silvia Westphalen y Percy Zorrilla. Mención especial, Armando Varela, quien se presentó luego de décadas de residencia londinense. Entre los jóvenes, Manuel Larrea y Alberto Patiño, y con una propuesta interesante y bien planteada, Nani Cárdenas.

En cuanto a la fotografía, El Centro de la Imagen comandó una actividad no solo incesante, sino también de gran calidad, en que es difícil subrayar distinciones. En el ámbito general, y en mi opinión, la mejor exposición fue la de Mariano Zuzunaga (“La velocidad del tiempo”), seguida por la Nelly Plaza, dedicada a la historia de la música andina (Casona). Entre los jóvenes, dos presencias notables, Musuk Nolte y Christian Fuchs. Y en cuanto a grandes muestras, la magnífica “Fotografía subjetiva-la contribución alemana 1948-1963”, gracias al Instituto Goethe y el CCPUCP. Cerrando el año, la presentación de una selección del Archivo Courret en el Icpna: Mención aparte, la siempre interesante Ana de Orbegoso. El 2010 se anuncia como un momento de gran actividad, con la realización de la primera feria de fotografía, Limaphoto.

El diseño tuvo un buen año de presentaciones. Destaco “Escuela de Ulm-1953-1968” y “Northern Stars” (Icpna) y “Kené, arte, ciencia y tradición en diseño”, estupenda iniciativa del Museo de la Cultura.

La pintura, en su amplia gama de posibilidades, demostró que no ha muerto y que, por el contrario, ha renovado su empuje. Y esto no solo partió de los maestros que realizaron estupendas presentaciones —Fernando de Szyszlo, Gerardo Chávez, Julia Navarrete, Alberto Quintanilla, Eduardo Moll (muestra retrospectiva muy bien curada por Manuel Munive)—, ni de los proyectos históricos y analíticos, nacionales y extranjeros —“Sabogal, su entorno y su tiempo”, “Enrique Camino Brent”, “Retratos-Siglos XVI al XX en la Colección de San Marcos”, “El cubismo y su entorno en la Colección de Telefónica”, por citar cuatro exposiciones de gran éxito entre público y crítica—, sino también porque hace tiempo no existía unanimidad en considerar a un joven pintor, como la mejor obra del año (Roy Keitel) y conceder el premio “Pasaporte para un artista” a José Luis Carranza, otro joven que ejerce su expresión por la misma vía. Ambos con propuestas diferentes, pero con pinturas ante las que no cabe indiferencia y traspasan encasillamientos o adjetivaciones innecesarias.

El número de muestras, como siempre, es el más nutrido del espectro y, como en el caso de la escultura, no conlleva fuertes transgresiones o audacias, sino que consolida posiciones y reafirma calidades. Cito —sin orden— los que en mi opinión fueron presentaciones destacadas. Entre los mayores: Alejandro Alayza, Fernando de la Jara, Eduardo Gutiérrez (un artista singular, que llega a los 90 años, residente por cincuenta años en París), Eugenio Raborg, Luz Negib, Hernán Pazos, Víctor Escalante, Armando Williams, Enrique Polanco, Charo Noriega, Moico Yaker, Piero Quijano. De generaciones más recientes, Miguel Aguirre, Eduardo Llanos, Walter Carbonell, Tito Monzón, Ricardo Córdova, Ramiro Pareja, Patricia Villanueva, Cherman, Sandra Gamarra, Aarón López, Jean Paul Zelada, Fito Espinoza, Fernando Gutiérrez (“Huanchaco”).

Mención especial a dos artistas que, desde diferentes puntos, se han convertido en motores de iniciativas de largo alcance y fuerte trascendencia. Christian Bendayán, que no solo presentó su obra personal en una muy buena muestra, “Luz”, sino que realizó una infatigable labor de compilación, selección, investigación y promoción, del arte urbano amazónico, con extensión a otras manifestaciones regionales, y publicó un libro singular, “Recuerdos de Iquitos”. Y Víctor Castro, artista mexicano radicado en el Perú, que está llevando a cabo un trabajo estupendo, no solo en cuanto al sentido ecológico y de toma de conciencia que propone, sino al cuidado de la adecuación estética del mismo, asumiendo un liderazgo nuevo y necesario en el medio.

Otra mención especial no es para un artista, sino para una mujer que ha dedicado muchos años a recopilar documentación e información sobre la mayor cantidad de artistas peruanos por nacimiento o por incorporación al medio, a partir del siglo XVI. Tarea titánica, tomando en cuenta que no reside en el Perú, y sigue enriqueciendo su trabajo. Gabriela Lavarello de Velaochaga ha publicado “Artistas plásticos en el Perú”, verdadero vademécum para todo aquel que quiera encontrar información al respecto e indispensable punto de partida para concretar una necesidad largamente postergada. Palmas especiales para su tenacidad.

Concluyendo con el recuento, dos muestras dedicadas a dos clásicos españoles contemporáneos: “La magia de Miró” y “Chillida, la poética del papel”. Y la presencia de cuatro visitantes de lujo: Claudia Accadi, una de las más importantes figuras del arte italiano actual, con una instalación que estaba destinada a formar parte de la Noche Blanca que se frustró, José Bedia (Cuba) y Sergio Camporeale y Jorge Macchi (Argentina), que tuvieron presentaciones a la altura de su bien ganado prestigio.

Quedan pendientes el comentario a las instituciones, las controversias y los proyectos.

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